Pesadilla en Elm Street (Wes Craven, 1984)


Los que fuimos niños o adolescentes y fans del cine de terror en los 70 y 80, tuvimos la suerte de vivir en directo una excitante refundación y modernización de uno de sus subgéneros más olvidados: el terror de “monstruos”.
Drácula, Frankenstein, La Momia, el Hombre Lobo, King Kong eran viejas glorias que ya sólo funcionaban en clave de parodia. Sin embargo, toda una nueva generación de pintorescos y terroríficos monstruos irrumpen desde la serie B y Z con gran éxito, arrastrando con ellas miles de fans enfervorecidos. Jason (Viernes 13), Leatherface (La matanza de Texas), o Michael Myers (Halloween) llenaron de sustos, mal rollo y mucha diversión aquella época.
Pero el rey, sin duda y de lejos, fue Freddy Kruger. La saga Pesadilla en Elm Street (aunque pronto derivo al surrealismo y la autoparodia más delirante) se convirtió en un auténtico fenómeno teenager en los 80. Y nos dejó una primera parte memorable donde Wes Craven, director irregular pero gran artesano cuando está inspirado, dió su do de pecho creando este ser retorcido y desagradable que vive en uno de los lugares más odiados universalmente: las pesadillas.Allí es el amo y puede hacer lo que quiera. Brillante. No hay forma de escapar al sueño, aunque sea un minuto. Y si duermes, el viejo Freddy y su guante mágico necesitan sólo un segundo para que no despiertes más.

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